Racionalismo Cristiano

PERVERSIDAD SIN LIMITES

La perversidad en que pueden accionar los espíritus del astral inferior, es casi sin límites. La acción deletérea de esos espíritus, constituye la causa promotora de muchas y muchas desgracias.

Y aún serían mayores, si los espíritus del Astral Superior no contaran con el dispositivo de corrientes más fuertes, formadas por las vibraciones de pensamientos de seres encarnados y esclarecidos a respecto de sus deberes espirituales, que pueden conservar limpio su mental y mantenerse en condiciones de reaccionar contra cualquier influencia maléfica.

Como los espíritus del astral inferior no ignoran que todos los seres poseen mediumnidad intuitiva, de ella se aprovechan para inculcar en el mental de los mismos ideas absurdas y disparatadas.

De ahí la razón de andar ciertos individuos con manías de persecución, otros viendo las cosas siempre por el lado negro, o todavía de suponerse víctimas de enfermedades diversas.

Cumple acentuar - y este detalle es de mayor importancia -, que ni todos los males de que es víctima la humanidad son provocados por la acción de los espíritus del astral inferior. Cada individuo posee tendencias, temperamento, modo particular de sentir y ver las cosas, libre albedrío para tomar decisiones, e individualidad propia. Él tiene, consecuentemente, la responsabilidad directa por los sucesos o fracasos que tuviere en la vida.

Es verdad que las fuerzas del astral inferior, cuando atraídas por pensamientos afines, intervienen en la vida de los seres humanos, provocando males o agravando los ya existentes, pero no es menos verdad que ellos pueden defenderse perfectamente de esas fuerzas inferiores, con las poderosas armas del pensamiento y de la voluntad

FORMACIÓN DE FALANGES

Existen, en la Tierra, individuos que gobiernan, y otros que son gobernados. Si esos individuos no fueren capaces de imprimir a las actividades terrenas a que se entregan un sentido espiritualista, ingresan, cuando desencarnan, en el astral inferior, conservando las mismas inclinaciones de mando y de obediencia.

Así se forman las falanges, dirigidas por un jefe. Si su comandante es perverso, también lo son los comandados, pues lo que los une es, precisamente, la afinidad de sentimientos.

Esas falanges coordinan sus actividades perniciosas con las de los encarnados que se entregan a la práctica de la magia negra y sus numerosas derivaciones.

El grado de perversidad de cada falange depende de la inferioridad espiritual de sus miembros. A las que se disponen a colaborar en los más requintados actos de salvajismo, asisten los individuos encarnados más violentos y feroces, del mismo modo que otras, de instintos perversos menos agresivos, intuyen a médium de sentimientos idénticos: los macumberos, los oráculos, a los arregladores de negocios, a los cartomantes y todos los embusteros que trafican con la felicidad ajena.

La gran mayoría de los suicidios, de los casos de locura, de las desavenencias, disturbios callejeros, de los conflictos, de las agresiones, de las discusiones, de los desórdenes, de las intrigas y de las convulsiones por pasión política, es provocada por la interferencia de las fuerzas del astral inferior.

Los espíritus que allí estacionan están todos envueltos por fluidos densos y groseros, impregnados de corrientes vibratorias malsanas, como la envidia, los celos, la corrupción, el odio, la mentira, la ingratitud, la hipocresía, la traición, la falsedad y otros sentimientos equivalentes.

Esos espíritus accionan, frecuentemente, con maña y suavidad, exteriorizando en los centros espiritistas en que actúan (que no deben ser confundidos con las Casas Racionalistas Cristianas), los más puros y nobles sentimientos y las más dulces y melodiosas expresiones de amor al prójimo.

ESPÍRITUS BIEN INTENCIONADOS

No se suponga que en el astral inferior impere solamente la maldad. En el mismo ambiente de almas pervertidas, encuéntranse otras que tuvieron la intención de ser buenas, cuando encarnadas, pero que fracasaron en ese propósito, por haber conservado adormecido el raciocinio, en lamentable inconciencia de lo que representa, en el transcurso de la vida, el sentimiento de justicia y la práctica efectiva - y no solamente en pensamientos - del bien.

Es bueno insistir en que nada pueden hacer las fuerzas del astral inferior de útil a la humanidad, a pesar de encontrarse, en ese medio, espíritus bien intencionados.

La razón fácilmente se comprende: las mejores intenciones de esos espíritus son neutralizadas por la acción fluídica del ambiente, acabando por producir males cuya intensidad varía, de acuerdo con su grado de espiritualidad.

Solamente en el mundo relativo a la clase a que pertenecen, para donde tendrán que seguir, antes de volver a encarnar, es que los espíritus - libres de toda perturbación y en plena lucidez - reconocen el gran atraso que produce a la evolución del ser humano la desencarnación prematura.

En la atmósfera de la Tierra, de un modo general, consideran mejor la vida que llevan, bajo ciertos aspectos, de que la de los encarnados. Por eso, muchas veces desean que los amigos que dejaron en la Tierra desencarnen también, para hacerles compañía, y pasan a trabajar astralmente para eso, sin que estén movidos por cualquier sentimiento de hostilidad.

ASCENCIÓN A LOS MUNDOS A QUE PERTENECEN

Es error suponer que todos los espíritus que desencarnan ingresan en el astral inferior. Muchos ascienden, inmediatamente, a los mundos de su clase, sin detenerse un solo instante en la atmósfera de la Tierra.

Esos son los que saben vivir espiritual y materialmente, los que ven en el trabajo honrado una de las serias razones de la vida, los que mantienen puros, limpios e incontaminados sus pensamientos.

Los que así viven y piensan, atraen, frecuentemente, a las Fuerzas Superiores que los asisten, principalmente en el momento de la desencarnación, auxiliándolos a trasladarse para sus mundos.

Ya hemos visto que el Astral Superior cuenta, para su obra de saneamiento del planeta, con varios puntos de apoyo en la Tierra, pues, sin tal apoyo su trabajo, se tornaría más difícil, sino mismo imposible.

Donde quiera que se encuentre una persona a irradiar pensamientos de alto sentido espiritualista, con el sincero deseo de beneficiar el prójimo, ahí está un polo de atracción, un instrumento de apoyo a la acción de las Fuerzas Superiores. La Limpieza Psíquica que las Casas Racionalistas Cristianas realizan, no tiene otra finalidad.

Con el auxilio de las corrientes fluídicas allí formadas, penetran los Espíritus del Astral Superior en la atmósfera de la Tierra, de ella arrebatando obsesores de toda especie, de los más pacatos a los más agresivos.

Se cuentan, entre los espíritus arrebatados por la corriente fluídica organizada por esas Fuerzas del Bien, cuya luz esplendente ilumina y despierta a las conciencias, mismo a las más empedernidas – innumerables perturbadores del equilibrio de la vida terrena, unos de gran inteligencia, otros de enorme obtusión, otros, todavía, de intelectualidad incipiente, pero todos sumergidos en el más profundo materialismo: escamoteadores contumaces, magistrados venales, audaces mistificadores, impenitentes charlatanes, ministros vanidosos, presidentes seudo-patriotas, reyes megalomaniacos, papas adoradores y de mental oscurecido por los dogmas, etc.

El primer deber del espíritu, después que desencarna, es elevarse al mundo a que pertenece, sin detenerse en la atmósfera de la Tierra.

Sin embargo, como nadie puede cumplir el deber sin estar para eso preparado, los espíritus desencarnan, en su mayoría, envueltos en la niebla embriagadora de las sensaciones materiales, agravadas por, las fantasías creadas por las místicas religiosas, y pasan, asistidos por obsesores, a engrosar las huestes de los que estacionan en la atmósfera de la Tierra.

Solamente los que no se olvidan, cuando encarnados, de los deberes espirituales, y a ellos condicionan toda la grandeza de la vida, están preparados para la ascensión a los mundos a que pertenecen, sin resbalar por las corrientes impuras del astral inferior.

Si la humanidad pudiese comprender que todos los acontecimientos ocurren dentro de condiciones naturales, de acuerdo con el estado del alma, o supeditados al desarrollo espiritual de cada individuo, no se mortificaría ni se dejaría abatir por el desespero y las amarguras a que constantemente se entrega.

Todos los espíritus del Astral Superior tienen esa conciencia. Y porque la poseen, observan, con el entendimiento esclarecido, las desgracias que se lamentan en el planeta, sin que ellas produzcan cualquier alteración en sus sentimientos y actividades.

VIDA ES ACCIÓN

Vida es acción. Donde hay acción, está el cumplimiento del deber. Como la vida es dinámica y sin interrupciones, los deberes que recaen sobre el espíritu están siempre presentes, y su cumplimiento representa una imposición impostergable que en el Astral Superior es cumplida rigurosamente.

Allí no se conocen el cansancio, la pereza, la indolencia o la displicencia, ni se deja para después lo que debe ser hecho en el momento exacto. La fatiga resulta de los trabajos materiales que no afectan al espíritu.

En el Espacio Superior no existen el día y la noche. La luz que lo ilumina y satura, permanentemente, es la Fuerza Inteligente en acción en el océano infinito del Universo. Los espíritus estacionados en el astral inferior se encuentran fuera de la ley, impedidos de cumplir sus deberes, por, ser aquél un medio creado por el error, por el abandono de las obligaciones, por la sumisión a los vicios, por la atrofia y embrutecimiento del sentido espiritualista y por la expansión de las tendencias inferiores provenientes de encarnaciones anteriores, que no se preocuparon por extinguirlas.

En tal ambiente, los espíritus permanecen completamente, ilusos a respecto da la vida, y en la dependencia de ser despertados para ella. Y ese despertar no es fácil, debido a la influencia de los fluidos perturbadores que los envuelven.

Sin la lucidez indispensable para la clarificación del embotado sentido del deber, vegetan en una situación inferior a la que soportaban cuando encarnados, por no disponer allí de ninguna posibilidad de mejorar su estado espiritual.

Engañosos aspectos de la vida material pueden seducir al espíritu, pero apenas durante su situación de encarnado o en la atmósfera terrestre. En su mundo, libre de todas las influencias terrenas, la vida real se presenta con la limpidez de la verdad. En él, los deberes tienen una sola interpretación, no habiendo, por eso, sofismas, modos de ver, alternativas, situaciones indecisas, vacilaciones, dudas e incertidumbres. Deber firmado y deber cumplido, son principios que se confunden en una sola consumación.

En el mundo correspondiente a su clase, no puede - como esta obra lo esclarece - el espíritu evolucionar. Esa imposibilidad resulta que todos allí poseen el mismo nivel intelectual y, pues, idéntico grado de desarrollo. Nada tienen, así, para enseñarse unos a los otros.

Pero este planeta está - como ya fue dicho - preparado para recibir espíritus de diecisiete clases diferentes, que aquí se mezclan, se auxilian, se confraternizan, permutando conocimientos.

No es necesario resaltar, más una vez, la ventaja que esa desigualdad de valores representa, en el proceso evolutivo de la humanidad. Ella es tan importante, tan valiosa, tan necesaria, que hasta los miembros de una misma familia son, en regla, de espiritualidad diferente.

VISIÓN DEL PASADO

A las facultades de los espíritus, no escapan ningún detalle, ningún movimiento, ningún hecho referente a su vida anterior. Tienen ellos grabado en materia fluídica, por la acción vibratoria del pensamiento - y con la más absoluta fidelidad -, toda la vida pasada, desde su origen, y la continúan grabando, eternamente.

No es difícil hacer una idea de lo que significa el registro en esa inmensa, en esa interminable estera fluídica, en que todos los cuadros de la vida de cada ser están enfocados, como si fuesen películas cinematográficas, cuyas escenas pueden ser vistas en cualquier época.

Tan pronto alcanza el mundo a que pertenece, el espíritu pasa revista a toda su vida pasada. La examina, detenida y minuciosamente, hace confrontaciones, observa las encarnaciones pérdidas, calcula el tiempo que desperdició en las parcialmente aprovechadas, raciocina, analiza y estudia la posición en que se encuentra, con el fin de establecer un nuevo plan para la encarnación siguiente.

Si verifica que hizo estacionamiento en el astral inferior, deplora, íntimamente, no haber utilizado mejor sus propios recursos espirituales, con los cuales habría adicionado otros valores a su patrimonio moral.

POLOS DE ATRACCIÓN

Ya sabemos - porque esto fue explicado en las páginas anteriores - que los espíritus realizan su progreso reencarnando en este mundo, hasta alcanzar el décimo-séptimo grado de evolución.

De ahí para arriba, la evolución es procesada en el Espacio que, - como también fue dicho -, es denominado Astral Superior.

Entre otros muchos deberes, tienen los espíritus del Astral Superior el de contribuir para el progreso de los seres encarnados, respectando, en regla general, el libre albedrío de estos.

Sin el establecimiento de polos de atracción suficientemente fuertes, sería del todo imposible, a los espíritus del Astral Superior llegar en la Tierra. Para eso, además de los seres humanos esclarecidos que en este planeta le sirven de instrumentos, disponen de la participación de los espíritus de los mundos opacos, que están a su servicio.

Esos espíritus deberían de hacer su evolución reencarnando, como generalmente acontece. Sin embargo, fueron tantas las encarnaciones perdidas, y tan grandes los sufrimientos por los que pasaron, sin provecho, que se decidieron a trabajar en el Espacio, no obstante sabiendo que allí su progreso espiritual es muy lento.

Entretanto, hay, a favor de ese proceso, la circunstancia de no haber pérdida de tiempo, como acontece en la Tierra, donde millones y millones de encarnados atollan en las bajas pasiones mundanas.

Los espíritus clasificados en los mundos opacos son de la sexta a la décima-primera clase. Sus cuerpos astrales se componen de materia fluídica, más o menos densa, y con ellos pueden locomoverse, fácilmente, por la superficie de este planeta. Rigurosamente disciplinados por las Fuerzas Superiores, su actividad es valiosa, ya que pueden penetrar en cualquier ambiente, por peor que él sea.

Ofrecen, todavía, los espíritus de los mundos opacos estrecha colaboración a los encarnados, cuando en desdoblamiento en el régimen doctrinario explanado en esta obra, para que las Fuerzas Superiores puedan promover grandes limpiezas psíquicas en el astral inferior, de él arrebatando a terribles obsesores. En el Astral Superior, disponen los espíritus de los más amplios recursos para el cumplimiento de sus deberes.

ESPACIO Y TIEMPO

Espacio y tiempo son dos relatividades terrenas desconocidas en el Espacio. El campo de vista del ser humano está circunscrito a las tres dimensiones. Cuando a ciencia terrena registra la velocidad de la luz, nada puede informar a respecto de la velocidad con que los Espíritus Superiores - que de igual modo son Luz - pueden trasladarse en el Espacio. Y nada puede informar porque, en el presente estado de evolución de la humanidad, ese conocimiento aún no hace falta.

Espacio y tiempo - abstraídas las condiciones de la relatividad - son dos expresiones que se confunden en una sola.

Cuando el intelecto humano estuviere en condiciones de ejercitar su facultad deductiva, imaginativa y analítica, en la órbita de esa comprensión, entonces el aspecto del Universo cambiará por completo, y el problema de las grandezas inconmensurables pasará a tener nueva significación. Es justamente bajo tal modalidad de vida que se efectúan los movimientos de los espíritus del Astral Superior, teniendo por campo de acción extensiones que escapan a los límites de la comprensión existente en el horizonte del mental humano, y por deberes, transcorrientemente, atribuciones que no se asemejan a las del vivir terreno.

Las minucias de la vida del Astral Superior interesan apenas a los que allá se encuentran. Al espíritu encarnado, ninguna contribución podrán, por ahora, ofrecer.

CAPITULO VIII

EL PENSAMIENTO

El pensamiento es vibración del espíritu, manifestación de la inteligencia, poder espiritual.

Al alcanzar determinada faz evolutiva, siente el espíritu necesidad de dar expansión a sus conocimientos, alargar los horizontes de la inteligencia y, cada vez más, fortalecer los principios morales que fuere adoptando, de encarnación en encarnación, en la, ruta de la existencia.

Pensar es raciocinar, es crear imágenes, concebir ideas, construir el presente y el futuro. Es por el pensamiento que la persona resuelve, soluciona, descubre y esclarece los problemas de la vida.

El espíritu imprime al pensamiento la propia fuerza de que es dotado. Al igual que el sonido y la luz, también el pensamiento hace todo su trayecto en ondas vibratorias que quedan registradas en el océano infinito de la materia substancial de que es provisto el Universo y, con facilidad, puede tornarse conocido de todos los espíritus, desde el instante en que es emitido. De ahí la imposibilidad de ser alterada la verdad, en la vida espiritual.

Todo el proceso de la evolución está fielmente impreso en el libro de la Vida. Las buenas como las malas acciones, los pensamientos inferiores, como los elevados, allí se encuentran grabados indeleblemente. Los pensamientos anteceden a las acciones. Así, todo lo que es hecho, todos los actos dignos o indignos, son el resultado de pensamientos también dignos o indignos, "Quien mal hace para sí lo hace" - dicen las leyes espirituales y con que razón lo dicen!

Los pensamientos quedan ligados a su fuente de origen, mientras permaneciere el sentimiento que los generó.

Ellos establecen verdaderos climas ambientales proporcionadores de salud o de enfermedades, de alegría o de tristeza, de triunfo o de fracaso, de bien o de malestar.

Formando corrientes que se cruzan en todas las direcciones, tienen como fuente alimentadora los propios seres encarnados y desencarnados que los emiten.

Muchas de esas corrientes son, más allá de enfermízas, terriblemente avasalladoras. Ellas llegan mismo a ejercer acentuada predominancia sobre las benéficas, por la gran inferioridad espiritual de que está saturada la atmósfera de este planeta.

Pensando mal, el ser humano no sólo transmite, pero también capta, en la misma intensidad, quiera o no, pensamientos afines y los efectos de esos pensamientos maléficos. Esas corrientes producen los más serios daños en disturbios físicos y psíquicos.

La educación de la voluntad y el fortalecimiento de ésta, tienen importancia fundamental en la acción de gobernar a los pensamientos. Aprendiendo a fortalecerse con sentimientos repletos de valor, el ser humano creará en torno de sí una barrera fluídica de tanta rigidez, que los pensamientos maléficos de los espíritus obsesores no tendrán fuerza para romperlos o interferirlos.

Ánimo fuerte y resuelto para pensar y deliberar, es condición que se impone. Temores e indecisiones conducen a la derrota y a la ruina. El pensamiento racionalmente optimista debe prevalecer, siempre y siempre, porque - cuando aliado a la acción - se constituye en una fuerza capaz de demoler los más serios obstáculos.

Pensamientos de valor y de coraje, de firmeza y decisión, atraen las vibraciones de otros pensamientos de formación idéntica, produciendo un ambiente de confianza, capaz de conducir al suceso.

REVESES

Jamás el espíritu debe abatirse. Un revés no significa más que un accidente pasajero. Él debe servir para llamar la atención para algo que fue negligenciado o que era desconocido. Muchas veces, llega a ser mismo útil.

De cualquier modo, siempre habrá una experiencia a cosechar y una lección a guardar de cada insuceso que ocurre.

En la vida nada ocurre por acaso. Todo tiene su explicación, su motivo, su causa, su razón de ser. Nadie puede aprender sólo con el éxito, pues también se aprende, y mucho, con el insuceso. La felicidad, la salud y el bienestar no serían tan deseados, si fuesen desconocidas la desgracia, la enfermedad y la miseria.

Frente a eso, nadie debe desfallecer. El lema es sentir el mal para evitarlo, para combatirlo, para destruirlo, y concebir el bien para conquistarlo, para integrarlo en los hábitos y costumbres de todos los días.

En esa conducta, es la acción soberana del pensamiento que sobresale, por representar una fuerza motriz de prodigiosa capacidad para derrotar a los obstáculos.

Esa fuerza del pensamiento varía con la educación de la voluntad. La voluntad débil genera el pensamiento débil; la voluntad fuerte irradia pensamientos vigorosos.

No es, pues, dando acogimiento a las vibraciones enfermizas del pesimismo, del desánimo, de malquerencia, envidia, ingratitud, odios, venganza, de perversidad e indolencia, que el individuo se fortalece y resuelve sus problemas. Antes, por el contrario, entorpece la mente y se arruina con esas vibraciones.

SABER PENSAR

El pensamiento se cultiva, se perfecciona, se aprimora y fortalece, por el poder consciente de la voluntad. Pensamientos fuertes son claros, reflexionados y bien definidos.

Con mayor facilidad se concretiza un ideal cuando se sabe pensar firmemente y se pone en acción una voluntad repleta de energía.

Saber concentrarse en determinado asunto, dándole alas a la imaginación, con el propósito y el empeño de estudiarlo bien, de descubrir en él todos sus matices, toda la multiplicidad de aspectos, todas las diferentes formas de interpretación y hasta mismo sus modalidades sofísticas, constituye objeto de ese estudio.

En todos los casos, sin embargo, necesita el estudioso ejercer severo control de sí mismo, para no colocar, en la apreciación de los hechos en examen, sus simpatías, los intereses egoísticos o mismo la influencia de la presunción y del convencimiento de que se encuentre poseído, pues estos ofrecen, invariablemente, una visión deformada de las cosas, y terminan por llevarlo a conclusiones erróneas.

Para ser constructivo, progresista, realizador y útil al Todo, el pensamiento debe ser límpido, cristalino y libre de las deformidades espirituales ocasionadas por un vivir indisciplinado, por la idolatría del ego y por la presupuesta infalibilidad de las opiniones que conducen al fanatismo de las ideas fijas.

Es común decirse que la unión hace la fuerza. Nada más exacto, tanto en el sentido material como en el espiritual. La influencia del medio es de mayor importancia para el bienestar del espíritu. Varios individuos de mala índole e inferior educación, ligados unos a los otros y a terceros, por pensamientos afines, producen vibraciones mucho más perniciosas de que las emitidas, apenas, por uno de ellos.

Por ese ejemplo se ve que todo individuo debe saber prepararse, mentalmente, siempre que tuviere que entrar en cualquier mal ambiente. Ese preparo consiste en el pensamiento vibrado con sabiduría, elevación, conciencia y confianza, en sí mismo.

El vigor del pensamiento emitido por persona mentalmente sana y esclarecida, crece, en la medida de las necesidades del momento, se amplía, se expande y supera cualquier corriente de pensamientos inferiores, por la atracción que ejerce de la Fuerza afín Universal, cuyo poder es infinito.

FUERZA DEL PENSAMIENTO

La fuerza del pensamiento tiene, como medida, el grado de evolución del ser humano, y como límite la capacidad que este posea de utilizar sus propios atributos espirituales.

Esa fuerza deberá ser desarrollada siempre con el objetivo de favorecer el bien común. Desde que el ser humano se desarrolle en la conciencia de sí mismo y se identifique con sus poderosas facultades latentes, encontrará en la fuerza del pensamiento el instrumento seguro y eficaz para la realización de todos sus anhelos y aspiraciones, y la protección de su salud física y mental.

La historia de la medicina registra innumerables casos de enfermedades graves cuyas curas, por muchos consideradas milagrosas, apenas se debieran a la reacción espiritual de los propios enfermos y a la atracción que supieron ejercer a las Fuerzas Superiores.

La sublimación del pensamiento produce un estado de conciencia sensible a la evolución del espíritu y propicio a la conquista de la felicidad interior y del bienestar por esa felicidad proporcionada.

El espíritu concibe la imagen por el pensamiento, y solo después la materializa para determinado fin. Vean las maravillas de la pintura universal. Obsérvese la riqueza, la magnificencia de la obra, que consagró e inmortalizó tantos y tantos artistas, a través de los tiempos. Pues ninguna de ellas fue estampada en la tela sin que el pintor la hubiese concebido mentalmente, en todos sus detalles.

Lo mismo acontece con el ingeniero. Antes de diseñar el edificio, la máquina, el aparato, el instrumento, la pieza, él los estudia y examina en todos sus pormenores.

Con el pensamiento en acción, engendra primero el esbozo, corrige después las probables deficiencias, hasta que la imagen de lo que va exteriorizar y materializar en el papel esté más o menos perfecta.

De toda la obra humana - toda, sin excepción - creó el espíritu la imagen por la acción del pensamiento, y solamente después la materializó. Y sí así ocurre en la Tierra, mucho más en el Espacio, donde el poder del pensamiento creador es incomparablemente mayor.

Evolución significa, arriba de todo, poder creador. Cuanta mayor evolución tenga un espíritu, más poderoso se torna su pensamiento y, transcorrientemente, su capacidad de crear.

Un hombre atrasado, por más nefasta que sea su actividad, no puede ultrapasar ciertos límites impuestos por la indigencia del raciocinio o por la pobreza mental de que está dotado. Un espíritu de evolución, un científico, por ejemplo, si fuese utilizar los recursos de su inteligencia para el mal, podría causar una obra verdaderamente devastadora.

Y si esto es posible en un mundo tan modesto, de tan reducida evolución espiritual, imagínese la inmensa fuerza creadora de los espíritus de superior evolución cuyas actividades son ejercidas en planos más elevados. El pensamiento vigoroso emana del espíritu fuerte, adiestrado, experiente. En cada encarnación bien aprovechada, trabaja él conscientemente, para mejorar, cada vez más, su personalidad psíquica.

Y es en el orden de este progreso que crece el poder del pensamiento y la capacidad de concebir, de criar, de realizar obras, cada cual más importante.

De las riquezas espirituales que la persona tiene forzosamente que conquistar en este planeta, asume papel de excepcional relieve la facultad del pensamiento, de cuyo poder concentrado y ceñido depende la racional solución de todos los problemas de la vida.

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